Dios es Chamamecero. Terminó el mejor festival de chámame de mi vida. Seis noches de las más variadas emociones, donde nos enriquecimos en un ambiente que no abunda en todo el año en la capital correntina. Estas lunas permitieron una experiencia inigualable de cultura autóctona devenida en tendencias de otros lados. Solo este tipo de mezclas permiten la apertura multicultural en las mentes de una sociedad algo conservadora.
Bien usada está esa última palabra porque la mía, cargada de la causa y solución de muchos de nuestros problemas, me acompañó en todo momento para brindar por los artistas que pasaron por el sosa cordero del Cocomarola.