domingo, 21 de junio de 2009

Latapedia... es Rockkkkkk!!!!!!!

Después de mucho tiempo hablando de mil doscientas boludeses, decidí incorporar algo realmente bueno al blog.

A los que están pensando…. “Buenísimo!!! Estos pibes van a publicar su última nota, una nota de despedida”, lamento decirles que NO, seguimos con el blog.

Esta nota salió en Pagina/12 sobre

Frases hechas

El 18 de abril, Andrés Calamaro llegará a juicio oral acusado de hacer apología de la droga, por haber dicho hace once años “me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito”. A falta de un debate serio sobre la legalización de la marihuana, el No dedicó su tiempo a pensar en esas frases del rock dichas sobre escenarios o en conversaciones periodísticas que quedaron marcadas en el inconsciente colectivo argentino. Desde el “Rompan todo” de Billy Bond hasta el “¿Se van a portar bien?” de Callejeros, evoluciones e involuciones que pasaron a la historia.

1. Rompan todo
Billy Bond


El 20 de octubre de 1972, en el Luna Park, estaban anunciados Color Humano, Pescado Rabioso, Aquelarre, Pappo’s Blues y La Pesada del Rock and Roll, y se presentaba un claroscuro evidente: “La platea estaba vacía -recuerda el baterista de La Pesada, Isa Portugheis–, había cinco o seis personas. El problema empezó cuando a un pibe de la popular se le ocurrió bajar a la platea y fue interceptado por guardaespaldas. Le dieron feo y eso enardeció a los tipos que estaban ahí”. Al momento de salir La Pesada, la gente estaba enfurecida y Bond, según Portugheis, trató de calmar los ánimos proponiendo que se pasen a la platea. Dijo; “Vengan para acá”, y hubo una tensa calma, hasta que llegó la orden de reprimir.
Ni bien la gente empezó a trasladarse hacia la platea, los pesos pesado -policía incluida– invadieron a palazos y trompadas la popular, y todo se desmadró. Algunos dicen que Tito Lectoure, del Luna Park, basureaba en voz baja a esos “hippies sucios”, que insultó a Bond (Giuliano Caterini) y que él, como respuesta, sentenció: “Rompan todo”. En la confusión, dos policías se lo llevaron detenido y Jorge Pinchevsky no tuvo mejor idea que decirlo por el micrófono. “La gente empezó a insultar de nuevo, la policía a reprimir y se armó un tole tole. La cana pegaba a mansalva y los pibes no se quedaban atrás. Cayeron 300 presos. Generaron violencia desde arriba”, afirma Portugheis. Después del desastre –las rejas quedaron destruidas, las butacas y los equipos de sonido, también– muchos lugares se cerraron. Entre otros efectos, el B.A. Rock III se quedó sin el Velódromo por prohibición oficial. Billy Bond se fue a vivir a Brasil un mes después.

2. ¿Y quién te mandó a no estudiar?
Charly García


Enero de 1984. Charly García encaró una complicada gira por el interior para presentar Clics modernos: problemas en Córdoba, hostilidades en Rosario y en Catamarca. Lo de Mendoza colmó: Guyot-Iturri-Toth, Fito Páez, Fabiana Cantilo, Gonzo Palacios y Daniel Melingo jamás olvidarían la parada. “Lo de los pantalones fue eso... una bajada de pantalones. Lo que pasó es que después se agrandó, se hizo una bola mediática enorme”, atempera el hoy productor Alfredo Toth. Lo de Charly fue antológico: luego de recibir un proyectil y cansado de que le griten “puto”, se bajó los pantalones y gesticuló ante la audiencia. “Fue un gesto de un segundo, pero shockeó. Muchos piensan que soy gay, cuando se dan cuenta de que no lo soy, te tiran un botellazo porque no lo entienden. Si yo fuera gay, estaría todo bien, me podrían clasificar”, dijo Charly en su momento.
Terminado el show, irrumpió la policía en camarines con la intención de llevárselo detenido y el diálogo de García con el jefe del operativo no tiene desperdicio. “Entró la policía al vestuario con palos, cascos, escudos. Uno me dice: ‘Somos la policía’”, contó Charly. “Y yo le contesté: ‘¿Y quién te mandó a no estudiar?’” Luego, el caos se trasladó al hotel, Charly agarró un televisor... ¡y lo arrojó a la pileta por la ventana! “Fue impresionante, cuando nos íbamos nos corrió el dueño del hotel para que se lo paguemos”, evoca Toth. El moño adecuado lo puso Daniel Grinbank, entonces amigo de García, cuando se excusó ante la policía: “Es que no le gustaba la programación”. Allí –y así– nació Demoliendo hoteles.

3. El tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos
Luca Prodan


Un día de 1986, Luca Prodan cantó: “El tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos”. Para el imaginario rocker argentino, la frase es sin dudas suya. Pero le pertenece a Tom Lupo. “A Luca le gustaba hablar de política, de filosofía y de psicoanálisis. Un viernes estaba de visita en mi oficina, en la redacción de Twist y Gritos, y le comenté que Lacan decía que el hombre afectivamente no progresaba, que era el mismo que hace dos milaños, que lo único que progresaba era la tecnología. Y concluí diciéndole: ‘El tiempo pasa y nos vamos poniendo tecnos’”, dice Tom al No.
En efecto, la voz del texto en off que precede a aquella versión de Años de Pablo Milanés que Luca grabó con Andrés Calamaro en el estudio casero El Hornero Amable (“Coincide un poco con la noticia de que lo único que progresa con el paso del tiempo es la tecnología”) es de Lupo. “A Luca le impresionó la frase, y me contó que le encantaba el tema, pero no lo hacía porque le molestaba ‘y nos vamos poniendo viejos’. Apasionado como era, quería grabarlo... ¡ya!” Lupo lo contactó con Calamaro. Juntos trasvasaron Años al rock y Calamaro hizo instrumentos. Evoca Tom: “A la noche, Luca tenía un recital en Castelar y quedó medio afónico después de estar algunas horas grabando”. Años después, Calamaro incluyó la versión en Grabaciones encontradas II, en donde resalta otra frase, esta sí de Luca, con impronta futurista: “Sos callejero vos, bancatelá”.

4. No me maten acá porque prefiero morir en Hollywood
Charly García


Aunque la lista de frases célebres es larguísima ("Drogas sin sol", "qué linda noche para chuparse una pija") en febrero de 1987, en los prolegómenos de Parte de la religión, Charly García dijo una histórica. Actuaba en La Falda, el festival del caos. “Enorme fue mi sorpresa al verlo aparecer enardecido tras bambalinas con una musculosa negra y una Stratocaster a la que sostenía tipo ametralladora, diciéndome, muy a su estilo, que juntemos ‘ya mismo’ un grupo de músicos amigos y toquemos lo que sea”, recuerda Fernando Samalea, entonces también baterista de Fricción. A la convocatoria espontánea de Charly respondieron Fito Páez, Carlos García López, Cachorro López, Hilda Lizarazu y Fabiana Cantilo.
“Finalmente –dice Samalea– como ese día el ambiente estaba enrarecido por el desborde, se decidió que Charly tocaría al día siguiente, después de Zas.” El improvisado ensayo se hizo en el baño de damas y el ambiente, sin embargo, era peor que el del día anterior. “En respuesta, las ráfagas de todo tipo de proyectiles sobre cada grupo –desde choclos semicomidos a botellas de cerveza vacías y llaves–, y por la invasión constante de improvisados bailarines o concursantes de air guitar al escenario, se colocaron absurdamente rejas y hasta alambres de púa para intentar contener a las fieras”, describe el baterista. El primer tema de la banda fue No voy en tren y, en cuestión de minutos, miles de proyectiles sobrevolaron el escenario. A Charly no le quedó otra que pronunciar aquello cerca de la madrugada y ante una multitud sin freno: “Cordobeses hijos de puta, divinos, los amo, dos rocanroles para ustedes y chau. Escupan mucho, pero no tiren nada. No me maten acá porque prefiero morir en Hollywood”.

5. No vamos a televisar nuestro dolor
Indio Solari


La frase –más o menos textual, con varias versiones apenas distintas; algunas veces dicha por el Indio Solari, otras veces escrita por un comunicado de la banda para los medios– nacía en abril de 1991, poco después de que un chico de 17 años, Walter Bulacio, muriese luego de haber sido detenido por la policía en la puerta del estadio Obras Sanitarias, una noche ricotera. El Indio respondía así a los reclamos de que la banda “diera la cara”, “fijara una posición pública” o participara de las marchas, los conciertos y las demás turbulentas y dolidas movidas que la muerte de Walter había generado en la familia Bulacio, en agrupaciones juveniles y en artistas como la Bersuit o Fito Páez. El rechazo histórico de los Redondos al chichoneo mediático y al diálogo periodístico alcanzaba su punto más caliente, y llevaba como nunca al grupo a exponer flancos aptos para la crítica. Para Patricio Rey –argumentaría, en su nombre, Solari–, televisar el dolor sería como subordinar los sentimientos a la lógica de los “tiempos televisivos”. O dicho en otras palabras, repetir una mueca de dolor porque el camarógrafo no la había tomado bien, o hacer “la gracia” del sufrimiento cada vez que un micrófono lo requiriera. Ya se la considere una radical oposición al circo mediático o una gambeta insensible a amores y dolores ajenos, la frase del Indio resume la -tantas veces– compleja relación entre el artista de rock y el periodismo. Y parece resignificarse y multiplicarse por 193 a partir del terrible bengala-gate de Callejeros en Cromañón.

6. Me estoy sintiendo tan a gusto que me fumaría un porrito
Andrés Calamaro


La frase es tan inocente y espontánea como perversa y rebuscada la causa que generó. Sólo sugiere el placer de fumar no un Big Yuyo sino sólo un porrito, un “fino”. Generoso como pocos, Andrés sabía que se lo merecía y que alguien se lo iba a querer dar. Al final le dieron otra cosa: un dolor de cabeza y un ejemplo de la hipocresía que hay alrededor del tema. ¿Por qué no salieron más voces dentro del rock para defenderlo? “Por culpa mía –dijo Andrés hace poco a la revista La Mano–, todos aprendimos una palabra nueva que es ‘preconizar’. Nunca pensé que en medio de todo el desparramo me iban a acusar justamente de esto, es como si me hicieran un favor, es para sacar pecho y cagarse de risa. No tengo ningún miedo de ir a la cárcel y, si me provocan, hasta te diría que no tengo ningún problema en ir. Adentro se va a poner bueno y afuera, aburrido.”
El 24 de julio de 1967, poco después de que la policía detuviera a Brian Jones, en el periódico inglés The Times salió un aviso de una página encabezado así: “La ley contra la marihuana es inmoral en principio e inviable en la práctica”; firmado, entre otros, por Paul McCartney, George Harrison, John Lennon, Ringo Starr, Francis Crick (descubridor de la molécula de ADN y Premio Nobel), Graham Greene, Peter Brook, R.D. Laing y varios prestigiosos doctores. El artículo explicaba que la marihuana no era adictiva y no producía efectos nocivos. Una estupidez tan grande puede convertirse en una oportunidad: sigue siendo un buen momento para plantear el debate de la despenalización del consumo de cannabis. ¡Vamos, señor Presidente! ¡Anímese! ¡Pase a la historia y haga Patria! Y si no, la cárcel se llenará de gente que quiera fumar uno con Andrés.

7. El Che es un chabón re-grosso
Tete de La Renga


Lo dijo en 1996 el Tete de La Renga, en una entrevista con el No. La frase fue recogida en distintas ocasiones, por distintos medios, y creció junto al fenómeno de La Renga. Lo dicho remitía a la imagen del Che Guevara, quien luego de sus hazañas guerrilleras durante la década del ‘50 su efigie fue entrando en el imaginario colectivo como la de un santo revolucionario. En los ‘60, época en que se lo veía como una especie de beatle sudaca y guerrillero que, en vez de tocar la guitarra, disparaba con su ametralladora para liberar a Latinoamérica y el resto del mundo del enemigo imperialista. El primero en usar la imagen del Che en el rock fue David Bowie, en el disco Lodger (ya lo había nombrado en Panic in Detroit). Pero, aunque de a poco su imagen fue reemplazando sus planteos, la inocencia aún perdura en esa mirada, así como también la fe de quien creyó en que dar la vida por el prójimo valía la pena.
Afirmar que el Che (médico cubano honorario, marxista, rugbier, motoquero y heroico líder de la guerra de guerrillas) fue grosso (grande, importante, fuerte, con aguante) es entendible y, de hecho, encierra un poder de síntesis admirable. Si podemos comprender, valorar y criticar a Ernesto Guevara Lynch como persona “grossa”, como un ser valiente, generoso y sensible, todavía tenemos esperanzas de que su imagen adquiera un sentido que sintonice con su lucha. Pero no sólo fue un “chabón grosso”, que el Diego se lo tatuó y que compite en cantidad de reproducciones en remeras con la lengua de los Rolling Stones de Andy Warhol.

8. Gracias totales
Gustavo Cerati


Ni “es sentir de verdad”, ni “pertenecer tiene sus privilegios”, ni “llame ya”, ni nada surgido del monitor de un creativo publicitario. El poder de impacto del slogan “Gracias totales” es, cual efecto colateral, una prueba irrefutable de la capacidad para la composición poética que tiene Cerati: sintética e inmediata; sabiamente emotiva y brutalmente cerebral. ¿Existen las “gracias parciales”? No importa. Ese agradecimiento absoluto y sin reservas que expresaba el líder de Soda Stereo en la despedida (todavía hoy definitiva) de la banda –20 de septiembre de 1997, estadio de River Plate– fue creíble y conmovedor. Cerati lo dijo abriendo los brazos, como nadando estilo pecho en el medio del escenario; y con una pausa entre ambas palabritas que hoy resulta un perfecto generador de suspenso. “De nadas totales”, habrán dicho, cráneo adentro, las 250 mil personas que vieron al trío por última vez.
“Gracias totales” se convirtió en muchas cosas. Es el nombre de uno de los más destacados sitios web de fans de Soda Stereo; cuya apertura sonora es la voz del propio autor diciendo: “Saludos para la gente que está en esta página. Gracias totales. Soy Gustavo Cerati”. Y hasta se volvió también una mezcla de alias, eufemismo y segundo nombre; ya que varias veces se han escrito párrafos periodísticos tales como “Gustavo ‘Gracias totales’ Cerati afirmó que...”. ¿Fue una expresión espontánea? ¿Fue un gesto protocolar previsto? Otra vez, no importa. Por algo en el doble CD en vivo El último concierto, que registra la gira final de la banda por México, Chile, Venezuela y Núñez, la frase se coló en el track final. Y se convirtió así en el último gran hit de Soda Stereo.

9. La cumbia es una mierda
Cristian Aldana


Aunque cuesta creerlo, hay quienes rechazan con mueca de asco gustos que parecerían “universales”. ¿Cómo no iba a ser polémico el sabor de la cumbia para las papilas gustativas del rock? Mientras que en los ‘90 el trono de la popularidad para la música joven pasó de manos entre distintos géneros –rock, cumbia, pop latino, electrónica–, cierta radicalidad y cierta arista lumpen de la cumbia (en especial, de la villera) colocaron a la cepa bonaerense de los ritmos tropicales en el ojo de Cristian Aldana, de El Otro Yo. “La cumbia es una mierda” es una frase que marca la cancha, baja línea, discrimina, apela al “ellos contra nosotros” tan propio de la música popular, y que plantea la paradoja de ser a la vez un “cabeza cerrada” –por eso, mierdear de cuajo aquello a lo que uno no suscribe– y un “cabeza abierta” –por su intención de crítica al hedonismo autodestructivo/idiotizante–. Convertida en mezcla de haka y sapucai durante los shows del grupo, quedó registrada en su disco en vivo del 2000 Contagiándose la energía del otro (como intro del hit La música, que decía, con más elegancia: “La música que escuchan todos, yo no la escucho...”). Y excedió al ghetto otroyoico a partir de ser gritada por Cristian en festivales como el Cosquín Rock. La reacción inmediata vino, curiosamente, desde el rock. En el mismo escenario, los Bersuit Vergarabat esgrimieron su elogio: el cantante Gustavo Cordera la consideró, ya mierda, muy rica (“ñam, ñam”); y el corista Cóndor Sbarbatti remixó el concepto (“la cumbia es una masa”). En la Argentina existen millones de catadores –rockeros, cumbieros y “bi”– dispuestos a seguir el debate.

10. ¿Se van a portar bien?
Pato Fontanet, líder de Callejeros


Es la frase más triste. La pregunta no la hizo un coordinador de un viaje de egresados sino el líder de una banda que adoptó el rito de tirar bengalas para autopromocionarse como “el grupo que tira más bengalas”, unos segundos antes de comenzar el primer tema, aquella fatídica noche del 30 de diciembre de 2004. Ante una tragedia tan impactante, las reacciones pueden tardar bastante en manifestarse: hay heridas que quizá nunca logren cicatrizarse, decenas de muertos y un dolor difícil de calmar del que, además, muchos tratan de sacar provecho. Pero aunque en el ambiente musical algunos traten de no hacer leña del árbol caído y matizar las responsabilidades con frases como “a cualquier de nosotros le podría haber pasado”, lo cierto es que no existe la casualidad. Todo tiene una causa. En las últimas dos décadas, el mercado musical buscó bajar cada vez más la edad de sus consumidores. Es ese estado mental, entre la preadolescencia y la niñez, el que propició una masacre tan absurda como hipócrita. Entre el Estado, los bolicheros, los músicos, los productores, el periodismo y el público se montó esta farsa sin responsables: la música no es importante, la acústica no es importante, la seguridad no cuenta, el aire tampoco, el gobierno “respondió muy bien ante esta masacre” y los chicos pueden hacer lo que quieran. Lo importante es juntar gente que pague la entrada.

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